Puede comprenderse ahora que la simplicidad de las mitologías de la creación del mundo por parte de las diversas culturas antiguas, como el génesis bíblico, ha constituido un recurso pedagógico de enseñanza y estímulo del hombre prehistórico a las diversas generaciones de nuestra joven humanidad, semejante a cuando queremos enseñar algo a nuestros hijos teniendo que expresarlo en un lenguaje propio de su edad.
De esta manera se estimuló el desarrollo histórico del conocimiento científico creando la necesidad de desmentir la imprecisión de los antiguos mitos. Es tiempo ya de que Adán y Eva terminen de asimilar el fruto que comieron del árbol de la ciencia del bien y del mal, terminando de expiar su pecado original e iniciando la reconstrucción del paraíso perdido.
Existen varios códices que hablan de la historia de los soles o épocas por las que ha pasado la población mesoamericana, por ejemplo el códice Vaticano, que menciona cuatro soles y asigna una duración de varios milenios a cada uno, sin embargo la generalidad de los códices hablan también de un quinto sol y con una duración de sólo varios siglos cada uno. Esto es porque dichos códices aluden a soles que no son históricos, sino rituales, con una duración de 13 períodos de 52 años, es decir, 676 años para cada sol ritual.
Los períodos de 52 años se generaban con la combinación del año solar y el tonalpohualli o calendario astrológico de 260 días (aproximadamente igual al periodo de gestación de un ser humano) que constituía una elaborada tecnología social con la que se dirigían y administraban todas las civilizaciones mesoamericanas.
El quinto sol ritual fue como un óvulo o germen de lo que habrá de ser el quinto sol histórico, Ollintonatiuh o “Sol de Movimiento”, que es identificable con el Reino de los Cielos de la cosmovisión cristiana, así como con el Paraíso Terrenal prometido por todas las religiones.
En esta época el ser humano habitará no solo el paraíso terrenal, sino el basto universo interestelar. Apoyado en una ciencia y tecnología del cuerpo humano y su medio ambiente físico y espiritual. Para lo cual ha sido necesario alcanzar el actual grado de conocimientos científicos y tecnológicos.
Así como Cristo concibió a su sacrifico como el medio para la salvación del mundo y la venida del Reino de los Cielos, igualmente los sacrificios religiosos que se realizaban en el México antiguo eran para conseguir la salida del sol, de la quinta época o Sol de Movimiento y de esa forma salvar a la tierra Coatlicue de la prolongada noche mediante el nacimiento de su hijo Huitzilopochtli.
La investigadora francesa Laurette Sejourné llegó a las siguientes conclusiones en su estudio de la simbología nahuatl:
La consecución del quinto sol se logrará a través de la unión de los contrarios, la dinámica de su unión está en la base de toda creación, tanto espiritual como material. Del cuerpo brota y florece el alma solamente si es traspasado, de uno u otro modo, por el fuego del sacrificio; la tierra a su vez, no da sus frutos más que penetrada por el calor de los rayos solares y el agua de las lluvias.
Es decir, que el elemento generador no es ni el calor ni el agua simples, sino una combinación equilibrada de los dos. Y en efecto, bajo este doble aspecto aparece frecuentemente en Teotihuacan y en toda la cultura nahuatl la divinidad del líquido celeste, la fórmula mística del agua incendiada: el atl tlachinolli.
SIMBOLO DE EL ATLTLACHINOLLI
El corazón es el símbolo y medio para la encarnación del sacrificio florido, es multitud de veces representado en la ciudad de los dioses, en la simbología tenochca es representado por la tuna dura colorada del nopal.
Como lo demostró Eduard Seler, en la cultura nahuatl el cinco es la cifra del centro, y éste a su vez el punto de contacto entre el cielo y la tierra, el encuentro de los principios opuestos.
El quincunce (los cinco puntos) resulta ser la proyección de los vértices de una pirámide sobre el plano de su base, simbolizando el concepto de los cuatro elementos primordiales salvados por un centro unificador; se le conoce también como el signo de Venus, cruz de Quetzalcoatl o jeroglífico cuatro movimiento, nahui ollin, apareciendo en todos los dioses teotihuacanos, en los codices nahuas, en la Piedra del Sol, etc.
Distintas formas estilizadas del jeroglífico nahui ollin.
Varios indicios señalan al Quinto Sol como el artesano de una obra grandiosa e indestructible: la de liberar la creación de la dualidad. El signo cuatro movimiento se refiere a la operación que salva a la materia de la inercia. El Ollintonatiuh es el sol de movimiento, de temblor de tierra. El impulso interno ilustrado por los sismos evoca a los trastornos que sufre el penitente en su carne, que permiten al místico liberar el germen espiritual, así como lo representa también el astro surgido del cuerpo estallado de Xolotl.
Esto señala a la quinta edad como invadida por la nostalgia de la unión, como resultado de una guerra interior, alumbrando seres luminosos e inmortales. La edad futura estará regida por el astro engendrado por los penitentes, y Huitzilopochtli representa el alma de esa guerra santa.
La esencia de la religión nahuatl reside en la revelación del secreto que permite a los mortales escapar a su destrucción, de resolver la contradicción inherente a su naturaleza; la era que seguirá, lejos de ser enemiga, será preparada y ardientemente esperada por los hombres concientes de la quinta edad.
Autor: Jesús Morfín Garduño.
e-mail: ecocidio@yahoo.com.mx
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